Nació en Elizondo en 1953. Estudió bachiller en el colegio de los PP. Capuchinos de Lecaroz y delineación y dibujo artístico en San Sebastián.
Conoce en los años 70 a su primer profesor, Ángel Rivas, quien supo hacerle sentir el gusanillo del Arte y a quien se debe, en gran medida, que hoy siga pintando.
Se puede decir que su formación es autodidacta aunque siempre mantuvo contacto con los "Pintores de Baztan". Con ellos, y sobre todo con José Mari Apezetxea, comparte tertulias y salidas al campo para pintar y así desarrollar su actividad pictórica.
Fue precisamente con Apezetxea con quien creó en 1995 un curso de pintura al aire libre que hoy en día sigue impartiendo cada verano en Baztan.
Ha realizado exposiciones desde 1981 tanto individuales como colectivas en Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Palencia, Granada y Francia.
Javier Manzanos Garayoa lo describe así: “Viendo los cuadros de Sobrino no puedo dejar de evocar el libro Haiku de las cuatro estaciones del poeta Zen del siglo XVII, Matsuo Basho. Sus paisajes vividos, sus cuadros pintados, como el haiku, como la vida Zen, se centran en lo cotidiano. Suceden aquí y ahora, surgen del amor y del contacto con la naturaleza. Las formas cambiantes de la naturaleza le descubren la verdad inmutable. La sucesión de las estaciones es el ritmo de su respiración. Tomás Sobrino pinta como si paseara, pasea como si pintara. Necesita sentir para ver y a la vez ver para sentir. Sus cuadros son eso, estados de su alma, un recorrido por las estaciones de su espíritu. Hay un viaje personal que recorre en los diferentes paisajes. Pintándolos se encuentra con hitos de la historia del arte: el paisaje romántico, misterioso y sobrecogedor; los nenúfares impresionistas de Monet, fluyendo y cambiando como el tiempo...
Como la naturaleza su pintura es cambiante, de los claros y la luz a la espesura y la oscuridad, del detalle de la hoja al armonioso conjunto del bosque. Su rica paleta responde a los cambios cromáticos y texturales que sabe encontrar en la naturaleza, de los colores sombríos a los luminosos, de las masas vegetales empastadas, ricas en texturas, del gesto individual que traza finamente una hoja, a la pintura fluida como fluyen el agua o las atmósferas.
Desde esa forma de sentir, entender y expresar el paisaje, desde la intuición natural (que produce esa especial relación con la naturaleza) pero también desde el conocimiento (de lo natural y de lo pictórico), Tomás Sobrino sabe enriquecer y actualizar toda una tradición paisajística en el Baztan”
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