Cultur 2004


Tomás Sobrino
Exposición “ miradas”
Cultur 2004 Casa de Cultura Arizkunenea. Elizondo
La Casa de Cultura Arizkunenea de Elizondo mantiene su vocación de mostrar cada año el trabajo de uno de los artistas del denominado grupo de “Pintores del Bidasoa”, y especialmente de los integrantes del grupo de “Pintores de Baztan” y por ello acoge las pinturas, dibujos y fotografías de Tomás Sobrino, artista nacido en Elizondo en 1953 y perteneciente a una nueva generación de ese fructífero grupo de paisajistas.

Cada vez que nos acercamos a Baztan vemos y sentimos cómo el especial microclima del valle deja su impronta tanto en sus árboles como en sus gentes. Quizá se deba a ello la sorprendente cantidad y calidad de artistas plásticos (por no hablar de músicos) que esta tierra hace germinar constantemente. No se trata de una realidad coyuntural o generacional, sino más bien de una forna, una necesidad, de sentir y expresar la naturaleza en la que viven.

Parece como si algún monje japonés hubiera pasado por el valle hace siglos y hubiera dejado un rastro indeleble de su espiritualidad.

Viendo los cuadros de Sobrino no puedo dejar de evocar el libro Haiku de las cuatro estaciones del poeta Zen del siglo XVII, Matsuo Basho. Sus paisajes vividos, sus cuadros pintados, como el haiku, como la vida Zen, se centran en lo cotidiano. Suceden aquí y ahora, surgen del amor y del contacto con la naturaleza. Las formas cambiantes de la naturaleza le descubren la verdad inmutable. La sucesión de las estaciones es el ritmo de su respiración. Tomás Sobrino pinta como si paseara, pasea como si pintara. Necesita sentir para ver y a la vez ver para sentir. Sus cuadros son eso, estados de su alma, un recorrido por las estaciones de su espíritu. Hay un viaje personal que recorre en los diferentes paisajes. Pintándolos se encuentra con hitos de la historia del arte: el paisaje romántico, misterioso y sobrecogedor; los nenúfares impresionistas de Monet, fluyendo y cambiando como el tiempo...

Como la naturaleza su pintura es cambiante, de los claros y la luz a la espesura y la oscuridad, del detalle de la hoja al armonioso conjunto del bosque. Su rica paleta responde a los cambios cromáticos y texturales que sabe encontrar en la naturaleza, de los colores sombríos a los luminosos, de las masas vegetales empastadas, ricas en texturas, del gesto individual que traza finamente una hoja, a la pintura fluida como fluyen el agua o las atmósferas.

Desde esa forma de sentir, entender y expresar el paisaje, desde la intuición natural (que produce esa especial relación con la naturaleza) pero también desde el conocimiento (de lo natural y de lo pictórico), Tomás Sobrino sabe enriquecer y actualizar toda una tradición paisajística en el Baztan.


Javier Manzanos Garayoa

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